No todos los caminos conducen a Roma
SERGIO LEHMANN Economista jefe del Banco Bci
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Sergio Lehmann
Desde hace un buen rato vemos una muy marcada polarización en la política chilena. La intolerancia, la descalificación y la agresividad se han instalado en distintos ámbitos de la sociedad, contaminando incluso la vida cultural. Pero lo que nos ha mostrado la reciente elección es que una amplia mayoría sigue optando por la búsqueda de acuerdos, el consenso y la moderación.
Nos ha dicho también con toda claridad que los votantes no están por cambios radicales, disruptivos, que llevan irremediablemente a la inestabilidad, menor actividad económica y mayor pobreza. Como punto fundamental, además, Chile rechaza firmemente que la violencia se apodere de los espacios públicos o que se valide como mecanismo para instalar demandas sociales, por muy legítimas que puedan ser.
Más allá de eso, es importante hacer ver que el camino que se adopta en materia de políticas públicas, con miras a un próximo gobierno, definir la posibilidad real de avanzar hacia el desarrollo. En la antigua Roma se construyó una enorme y sofisticada red de caminos que llevaban siempre hacia el centro del Imperio, robusteciendo un poder que se extendió por siglos. Pero en materia de desarrollo el equilibrio es frágil y solo unos pocos caminos permitir avanzar. No se deben buscar atajos que chocan con muros o realidades que llevan a retrocesos, implicando altos costos en oportunidades, crecimiento y bienestar.
El camino para avanzar debe contemplar al menos siete aspectos fundamentales, acorde con la experiencia recogida de aquellos países que han logrado dar un salto al desarrollo. La regla número uno establece la estabilidad como eje central, tanto desde el punto de vista jurídico como en materia de paz social.
En segundo lugar, se requiere de un marco de políticas moderno y eficiente que recoja como pilares la responsabilidad fiscal y contar con un banco central autónomo y técnico, comprometido con la estabilidad económica.
Tercero, es clave la flexibilidad de los mercados, de forma de adaptarse a los cambios en el entorno y hacer frente a shocks que seguirán siendo parte de la realidad.
Cuarto, la profundidad del sistema financiero es esencial para el financiamiento de nuevas inversiones y elevar el crecimiento de largo plazo, por tanto, se deben impulsar políticas que lo fortalezcan, no que lo minen.
Quinto, no se debe perder de vista el foco en la calidad de la educación, con una mirada puesta en la creatividad, el pensamiento crítico, la cooperación y la comunicación.
Sexto, elevar la inversión en investigación y desarrollo, dando un impulso a la innovación.
Séptimo, eficiencia del Estado. Se requiere de un aparataje público que atienda de forma efectiva las necesidades sociales y canalice iniciativas de inversión de forma ágil.
Todos los puntos anteriores, pero en especial los cuatro últimos, son fundamentales para elevar la productividad, que lleva a mejores oportunidades, empleos de calidad, alzas en salarios y mejoras sustanciosas en bienestar social, conduciendo un círculo virtuoso que potencia el desarrollo.
El desafío para el próximo gobierno está en hacer propias estas reglas esenciales, de forma de recuperar el dinamismo de la economía y mejorar la convivencia social. Es la receta precisa para dejar atrás una etapa marcada por el populismo y la irresponsabilidad, que llevó, a pesar del extraordinario crecimiento que vemos este año, a un importante retroceso económico. Está en nuestras manos entonces torcer la dirección que ha primado en lo último y retomar el camino que nos lleve a Roma.